El nuevo ADN Cultura, de La Nación, que desde hoy sale los viernes, lleva una nota mía sobre "Freedom", la nueva novela de Jonathan Franzen, que, como Barack Obama, leí en un fin de semana largo de playa y huracán en la costa de Massachusets. La nota empieza así:
A mediados de agosto, Barack Obama fue a la única librería de Vineyard Haven, la playa de Massachusetts donde estaba pasando parte del verano, compró Matar a un ruiseñor para sus hijas y se llevó de regalo, dos semanas antes de su fecha de lanzamiento, un ejemplar de Freedom , la monumental y desgarradora nueva novela de Jonathan Franzen. La foto de Obama con el ladrillo multicolor bajo el brazo provocó la protesta de los dueños de otras librerías, que aparentemente estaban rechazando clientes que entraban a pedir la novela, diciéndoles que sólo estaría disponible a partir de septiembre. ¿Hordas de lectores contando los días para comprar una novela seria y ambiciosa, de un escritor serio, ambicioso y adorado por la crítica, como si fueran fans de Harry Potter, de Crepúsculo o de la última Playstation? No tanto, pero casi.
La ola de entusiasmo colectivo alrededor de Freedom (Libertad) había empezado un poco antes, cuando la mueca cascarrabias de Franzen apareció en la tapa de la revista Time debajo del título "Gran novelista americano", un juego de palabras con aquel nirvana narrativo (la "Gran novela americana") que durante décadas obsesionó a buena parte de los escritores estadounidenses de posguerra. La revista Time ya no tiene el peso simbólico ni la influencia cultural que tenía veinte años atrás, pero su decisión provocó un sacudón en el mundo literario neoyorquino, especialmente porque hacía más de diez años que la revista no ponía a un escritor en su tapa (el último había sido Stephen King). ¿Qué hace Franzen ahí?, se preguntaban quienes conocían su fama de ermitaño. ¿Y qué significa para la literatura?: ¿es bueno, porque la populariza, o es malo, porque la banaliza? Unos días después llegaron las exultantes críticas de los principales diarios y revistas del país: "Una obra maestra de la narrativa estadounidense", arrancaba la reseña del suplemento de libros del New York Times . La revista Esquire reactivó el mito que volvió locos a Norman Mailer, Saul Bellow y tantos otros. Dijo, sobre Freedom : "Es la Gran novela americana". El más ambicioso fue quizás el crítico de The Guardian : "Es la novela del año. Y del siglo". A partir de septiembre, sin embargo, el éxito de Freedom , que debutó en el número uno de la lista de best-sellers del New York Times , dio paso a otra conversación. La novela, que cuenta la construcción y ruina de un matrimonio de Minnesota desde fines de los años 70 hasta la elección de Obama, empezó a ser valorada no sólo por sus méritos sino también como ejemplo de la capacidad de los novelistas con buenas antenas psicológicas para capturar la imaginación de las sociedades sobre las que escriben.
Y sigue así. Los editores, además, agarraron dos párrafos de la nota original y los convirtieron en un recuadro sobre las referencias a Argentina, que se puede leer acá o, ya que estamos, acá abajo:
La Argentina tiene un cameo corto pero sustancial en Freedom , no muy lejos del final. En uno de los baños de Estancia El Triunfo, un resort-hotel con spa y caballos cerca de Bariloche, Joey Berglund, arrodillado frente al inodoro, encuentra su anillo de casamiento en su excremento y tiene la epifanía moral que lo devolverá mejorado a Washington. Es un momento bien franzeniano, asqueroso y divertido al mismo tiempo. "La civilización aquí se parecía a la civilización en todos lados", dice Joey sobre Buenos Aires, como un piropo. Mucho peor lo va a pasar dos días después en Bariloche, donde compite sexualmente con Félix, un instructor de equitación que habla siempre en castellano y siempre demasiado rápido.
En la entrevista que le dio a Time , Franzen explicó: "Para mí, ahora, hacer algo nuevo no es desarrollar una forma de novela nunca vista en la Tierra". En la Argentina, donde los críticos y escritores tienden a preferir una idea de novela más cercana a la experimentación que a la emoción, Freedom es una novela difícil de explicar. Para César Aira, por ejemplo, lo que hace Franzen ya lo habría hecho Balzac hace 150 años. Para Beatriz Sarlo, Franzen probablemente sería un autor de lo que llama "literatura de calidad", que parece un elogio pero no lo es. En los momentos en que Freedom falla, uno tiene ganas de darles la razón a esas perspectivas: no hay nada más calcificado que una mala novela realista. Pero cuando Freedom funciona (y funciona casi siempre), su lectura genera un placer que hace innecesarias las proyecciones teóricas. Cuando la vieja novela realista es capaz de generar esa chispa de conexión entre lo humano y lo cósmico o lo personal y lo político,se hace difícil desear su desaparición. Porque nos hace sentir un poco más ingenuos y menos cínicos. Nos hace sentir, aunque sea por un rato, menos solos.
Estoy enviando este anuncio a la estratósfera. Interesados, escribir:
Taller de Escritura Creativa de No Ficción a cargo de Hernán Iglesias Illa. Ocho semanas: en Greenwich Village. Martes, de 7pm a 9:30pm. Empieza el 12 de octubre. Teórico y práctico. Introducción a géneros: crónica, perfil, ensayo personal, autobiografía, panfleto resentido: historias reales (y casi reales). Plan de lecturas, asignaciones semanales, corrección dura pero bienintencionada. Hernán Iglesias Illa es autor de Golden Boys (2008) y Miami (2010) y escribe para Gatopardo, Rolling Stone y La Nación, entre otros. Contacto: h@hernanii.net.
Salió en estos días la reseña que escribí de Si me querés, quereme transa, el segundo libro de Cristian Alarcón, para La Nación. Este es el primer párrafo:
En la peculiar sociología de las villas porteñas, los ladrones y los vendedores de droga se tienen poco cariño: los ladrones creen que los traficantes (o transas, según el argot) son tipos sin códigos, traicioneros y despiadados; y los transas ven a los "chorros" como mano de obra violenta, sin inteligencia ni ambición. Los lectores de Si me querés, quereme transa , que aprenden rápido estas diferencias, entienden perfectamente entonces qué quiere decir la transa Alcira cuando le implora a su novio Jerry, ladrón y matón free lance : "Si me querés, quereme transa".
Tanta fuerza tiene esta frase para Cristian Alarcón que no sólo la convirtió en el título de su segundo libro sino que también parece haberla usado como un mantra personal: el narrador de esta crónica social, policial y literaria quiere mucho a sus personajes y los quiere como son, los quiere transas. Y eso mismo pide Alarcón a sus lectores: que les tengan cariño a estos personajes, transas o no transas, así como son, desesperados o despiadados.
[ el resto, en la edición más reciente de ADN Cultura. ]
NUEVA YORK.- "¿Quién es Don Draper?", pregunta un periodista, en el comienzo de la flamante cuarta temporada de Mad Men, y los miles de personas que ven el episodio en una pantalla gigante en Times Square, en Manhattan, anteanoche, sueltan una risita cómplice, porque saben que la identidad de Don Draper es mucho más complicada de lo que imagina este gris reportero.
En septiembre de 2008 seguí a Andrés Romero durante uno de los torneos más importantes del PGA Tour, la gira de golf de Estados Unidos. Escribí sobre aquel fin de semana una nota para Brando que al final, por problemas de logística posteriores, no pudo ser publicada Casi dos años después, la publico acá, en exclusiva planetaria. La nota tenía este copete-sumario sugerido:
Andrés Romero será el mejor golfista argentino de la historia cuando aprenda a perdonarse a sí mismo
Habiendo visto el rendimiento del Pigu en 2009 y 2010, creo que la tesis central de la nota se mantiene en pie. El texto empieza así:
Un jueves de mediados de agosto, poco después del mediodía, Andrés Romero se preparó para su primer tiro en el hoyo 17 de la cancha del Ridgewood Country Club, un larguísimo par 5 con curva a la izquierda. Sus compañeros de salida, el sudafricano Ernie Els y el estadounidense Ben Curtis, ya habían jugado sus tiros igual que la mayoría de sus colegas del torneo: conservadoramente, rectos, hasta justo antes de la curva. El tucumano Romero, de 27 años, rotó los pies un poco a la izquierda y quedó casi de frente al bosque de robles y arces rojos. Tiró su drive por encima de los árboles, con la esperanza de caer del otro lado. No lo logró. La pelota quedó entrampada en una maraña de yuyos y hojas secas varios metros dentro de la maleza.
Después de un tiro semejante, hasta los golfistas más temerarios aprenden la lección y juegan, en el turno siguiente, a poner la pelota en el fairway y a tratar de perder la menor cantidad de golpes posible. Para Romero, en cambio, no había elección posible: quiso salvar el hoyo desde el bosque y volvió a salirle mal, porque la pelota cruzó el fairway, baja y rápida como un misil, y aterrizó del otro lado, al lado de un roble gigante, todavía sin visión directa del hoyo. Els y Curtis, que seguían jugando conservadoramente, habían dejado sus segundos tiros al borde del green. Cien metros detrás de ellos, Romero, vestido con una remera turquesa y un pantalón gris de Adidas, uno de sus patrocinadores, se negaba a darse por vencido: iba y volvía desde la pelota hasta el lugar desde donde podía ver la bandera, buscando el efecto hacia la derecha que le permitiera esquivar el árbol, picar en el fairway y rodar hacia el green.
Se escuchó un Oooohhhhh de admiración desde el grupo que estábamos siguiendo al grupo, en la primera vuelta de The Barclays, uno de los torneos más importantes del año de la gira estadounidense. Romero había clavado la bola en el green y, dos putts después, había conseguido salvar el par del hoyo, el mismo resultado obtenido, siguiendo los manuales, por Els y Curtis. “Esto es Romero en estado puro”, me dijo en ese momento Marcos Virasoro, traductor-jefe de prensa-acompañante de Romero en sus viajes por Estados Unidos, mientras caminábamos al tee del hoyo 18. “Apunta todos los tiros a la bandera. A veces le sale mal, pero, como tiene un talento enorme, casi siempre puede recuperarse rápido”.
En el fin de semana que compartimos en Nueva Jersey, durante su razonable (pero no espectacular) participación en The Barclays, el torneo que abre la serie de cuatro playoffs con que cierra la temporada de golf en Estados Unidos, ésa será una de las sensaciones más indelebles sobre el juego de Romero: para él, cada tiro es el fin del mundo. Su caddie desde hace dos años, Coco Monteros, un tucumano de ojos grandes y sonrisa permanente, ve las ventajas de esta forma de ser: “Con Andrés nunca te aburrís, porque nunca sabés qué va a pasar”. Verlo jugar una vuelta entera es acostumbrarse a las sorpresas: cada tiro puede ser un sablazo al agua o una caricia desde el búnker que pica y muere a un palmo del hoyo.
Romero parece disfrutar su falta de regularidad, probablemente orgulloso de ser un talento natural en un circuito donde abundan los golfistas con swings esculpidos al milímetro con horas y horas de video y entrenadores. Aquella noche comimos en “Papa-Razzi”, un restaurante-cadena de comida italiana en el borde de un enorme centro comercial de Nueva Jersey, casi debajo del cruce de dos autopistas gigantescas. Del otro lado de la mesa, Ángel Cabrera, el Pato, y su caddie comentaban la vuelta del día y cuál era la mejor táctica para el hoyo 17. Romero, que comió penne con pollo y tomó Sprite, dijo, con una carcajada: “¡En el 17 yo la mandé a la jungla!”.
Y sigue así:
En 2002 o 2003, Osvaldo Bazán entrevistó a José Pablo Feinmann para la revista Noticias y le preguntó (no me acuerdo bien, pero era algo así) sobre la crisis y sobre cómo había quedado el orgullo nacional argentino después de tanta paliza de violencia y cambios institucionales.
Feinmann, que estaba entonces muy entusiasmado con las asambleas barriales, decía que los argentinos nos habíamos "cansado de que nos metieran el dedo en el culo", que el FMI y sus aliados locales nos habían estado "metiendo el dedo en el culo" durante años y que por fin eso se había acabado. (Intenté encontrar la nota en Internet, sin éxito. El archivo de Noticias es bastante flojo y Bazán no la incluyó entre sus grandes éxitos en su página web.)
En ese momento, Bazán lo interrumpió y le dijo, en un párrafo memorable, que cito de memoria: "Feinmann, quiero pedirle que deje de usar la metáfora del dedo en el culo. Para algunos de nosotros, el dedo en el culo forma parte de nuestro deseo, y es un poco desagradable verlo a usted usarlo como una metáfora de humillación". Feinmann reaccionó bastante bien, según la transcripción de Bazán, y pidió disculpas.
En estos últimos meses me acordé varias veces de la nota Bazán-Feinmann, especialmente desde que se puso de moda la expresión "La tenés adentro" (o LTA, según el popular acrónimo bautizado, creo, por Juan Pablo Varsky en su cuenta de Twitter) para soltarle a alguien a quien uno acaba e derrotar o someter retóricamente. La frase, obviamente, viene de la legendaria conferencia de prensa de Diego (10) en Montevideo en la noche que Argentina le ganó a Uruguay y se clasificó para el Mundial. Los dos grandes conceptos de Diego aquella noche tenían connotaciones sexuales: 1) "Que la sigan chupando" 2) "La tenés adentro".
Como Argentina es un país con un enorme talento y una enorme velocidad para popularizar frases y trucos verbales, a las dos semanas medio país ya había incorporado ambas frases a su habla cotidiana. Madre a hijo adolescente: "Dice tu padre que si no ordenás tu cuarto, este fin de semana no salís". Hijo a madre: "Decile al viejo que la siga chupando". Y así hasta el infinito. Los hinchas más maradonistas de la selección acusaban a cualquiera, compatriotas o extranjeros, de "tenerla adentro" o de "seguir chupándola", ante cualquier opinión sospechosa. Incluso quienes lo hacían con autocrítica admitían la pérdida del invicto anal: "Me equivoqué, LTA (la tengo adentro)".
O sea que estuvimos usando naturalmente, como si fueran perfectamente inofensivas, dos frases-metáforas que identifican al sexo homosexual con la peor derrota posible para un varón: el que chupa una pija es un ser inservible y cobarde; y no hay nada más humillante en el mundo que "tenerla adentro". Para el consenso futbolero, el atajo más rápido para cagón sigue siendo "puto" y las cosas que hacen los putos.
En las últimas semanas, todo esto se combinó con la aceleración del debate sobre la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. (El debate me ha decepcionado. Como fui a un colegio católico y estudié en una universidad católica, intenté con la mejor intención posible averiguar cuáles eran los argumentos de quiénes se oponen al matrimonio gay. No he encontrado ninguno. Los argumentos religiosos no sirven –o no deberían servir– para legislar sociedades seculares. Y los argumentos "científicos" han sido débiles u obsoletos. "Un papá y una mamá" es débil y obsoleto al mismo tiempo.)
En cualquier caso, me ha sorprendido un poco cómo el mundo de los medios y los comentaristas en general, oficialistas y no oficialistas, blogueros e institucionales, hace dos minutos usaba el LTA y el "que la sigan chupando" para aplicárselos a sus peores enemigos y ahora, súbitamente, son todos (o casi todos) defensores del matrimonio homosexual y enemigos de la Iglesia Católica. Esto ha sido algo perfectamente posible en Argentina, especialmente dentro o en las orillas de la cultura futbolera: ser racionalmente pro-gay e irracionalmente anti-puto.
Si alguien, entonces, festeja esta noche (o cuando se apruebe el proyecto) con un "Bergoglio, LTA", sería una buena ocasión para que Bazán se acordara de su (para mí, legendaria) interrupción a Feinmann: "Ey, LTA es parte del deseo de mucha gente".
Después de 34 días, terminó ayer mi diario sobre el Mundial en Mediotiempo.com. No las tengo bien contadas, pero creo que suman todas juntas unas cuarenta y cinco mil palabras. Estoy contento de haberme sometido a un esfuerzo así, pero también estoy contento de que haya terminado. Mil quinientas palabras publicables por día son al mismo tiempo un ejercicio buenísimo y una tortura oriental. Espero canalizar un poco de esa energía vacante acá en el blog. Así empieza la última columna:
Después de ver casi todos los partidos solo, mi mujer decidió ayer finalmente entusiasmarse con el Mundial y sentarse frente a la televisión para ver el segundo tiempo de la Final entre España y Holanda. La relación de mi mujer con los deportes es muy peculiar, porque oscila entre la indiferencia total y el fanatismo más absoluto. Ayer, después de cuatro semanas de un interés levísimo (me había consolado cuando perdió Argentina, se había enterado del gol de Donovan contra Argelia, pero poco más), decidió que hinchaba por Holanda y treinta segundos después estaba acurrucada en el sofá, nerviosa y desesperada como el más tenso de los hinchas holandeses.
Cada vez que España mandaba un centro al área de Stekelenburg, por más inofensivo que pareciera, mi mujer tiritaba de miedo en su lugar. Cuando Robben quedó solo frente a Casillas, mi mujer encadenó tres grititos de anticipación y dos grititos de desilusión. Yo, que me tomo esta ceremonia muy en serio y con bastante poco sentido del humor, había elegido ver casi todos los partidos del Mundial sin compañía. La miraba entonces desde un costado sin comprender su flamante fanatismo, pero recordando que algo similar nos había ocurrido en mayo, durante los Playoffs de la NBA.
Empezamos viendo a San Antonio, el equipo por el que hincho normalmente (en buena parte porque ahí juega y es estrella mi compatriota Manu Ginóbili), pero cuando los Spurs perdieron contra Phoenix, hicimos fuerza por Phoenix, porque admiro mucho la manera de jugar de Steve Nash (un tipo muy futbolero que juega al básquet como si Pirlo o Riquelme, o Pavel Pardo, jugaran al básquet). Y cuando Phoenix perdió la Final de la Conferencia Oeste contra Los Angeles Lakers, cambiamos de costa e hicimos fuerza por los Celtics, sin tener razones demasiado fuertes más allá de que mi mujer vivió casi una década de su vida en los suburbios de Boston.
Lo sorprendente de esta migración, que yo me tomaba sin demasiada seriedad (el deporte es más divertido cuando uno hincha por alguien), era que mi mujer parecía morir un poco con cada derrota del equipo que habíamos elegido seguir. Y lo mismo le pasó ayer: sus ideas sobre Holanda eran pocas y difusas, pero en un momento apretó un interruptor en su cerebro y se convirtió en su aficionada número uno. Media hora más tarde, durante el tiempo extra pero antes de que terminara el partido, su cerebro volvió a mover el interruptor hacia el otro lado, porque la pasó a buscar una amiga y se fue de casa sin importarle el destino de sus nuevos-amados compatriotas. Una hora después me mandó un mensaje de texto: "¿Cómo terminó el partido?"
[ El resto está acá. ]
Acaba de subir al aire la columna número 23 de "Eclipse de Gol", mi diario del Mundial en Mediotiempo.com. Me había mantenido hasta ahora saludablemente lejos de la tentación de hacer pronósticos, pero los días sin fútbol me arruinan el bocho y me llevan a hacer cosas que nos quería. Como mi pronóstico sobre Argentina (gana Argentina) tiene algunas de las ideas para un post que tenía pensado sobre el equipo maradoniano, corto y pego entonces un par de párrafos, que son los que están aquí debajo:
Alemania-Argentina: Argentina. Si en todas estas semanas me mantuve alejado de los pronósticos y las quinielas fue porque, como creo que ya expliqué, me resulta casi imposible extirpar mis fríos cálculos futboleros de los riñones de lo que quiero que ocurra. No veo realmente grandes diferencias entre Argentina y Alemania, pero tengo tantas ganas de que gane Argentina que no hay manera de aplicarle las negritas a otro equipo. Temo por el mediocampo de Argentina (Maxi Rodríguez, Mascherano, Di María), porque creo que lo deja demasiado solo a Mascherano y porque no me parece un mediocampo lo suficiente impermeable como para evitar las goteras que le va a generar la lluvia de Lahm y Müller por un costado y Özil por el medio. Di María me parece un excelente jugador y Maxi un razonable jugador, pero los dos brillan más en el eje vertical, como pistones, que en el horizontal, como limpiaparabrisas. En el tipo de mediocampo que Maradona quiere hacerles jugar, se necesita ser, al mismo tiempo, pistón y limpiaparabrisas. Contra México, Maxi se acomodó un poco a su nueva función, pero Di María, que tuvo un partido muy calladito, no se acomodó casi nada. Argentina, en cualquier caso, tiene a Messi, y por eso no necesita jugar bien para ganar: el equipo puede estar media hora revolcándose en el fango de los pases errados y los balonazos lunáticos de Heinze, y un minuto después, cuando uno cree el equipo de Maradona está maniatado y descifrado, soltar el juguete de Messi entre las patas de las mesas defensivas y poner el partido 1-0 sin que nadie pueda explicar muy bien por qué.
Argentina, como Holanda o Brasil, todavía no ha sido realmente puesta a prueba: se ha encontrado a sí misma en los Cuartos de Final sin saber cuál es su piso o su techo de funcionamiento. En tres de los cuatro partidos encontró el primer gol en una pelota quieta; en el otro, en un espanto arbitral. Le llega el momento de hacerse adulta justo frente a Alemania, el equipo más adulto de la historia pero no el más adulto de este Mundial. Mi bola de cristal, "made in" Argentina y, por lo tanto, sesgada en sus pronósticos albicelestes, ve a Messi recibiendo la bola sobre el costado derecho, cortando la cancha hacia adentro con la tijera de su piecito izquierdo y lanzando un rulo hacia el poste lejano: "¡Clonk!", vibra el palo, pero la deja pasar. Es el minuto 76. En el 89, Heinze salva sobre la línea un cabezazo de Klose.
Espero no tener que arrepentirme demasiado de nada. Y que el palo, después del "¡clonk!", no escupa la pelota para afuera.
Ante la inminente ola de anti-bielsismo que ya se ve asomar en el sindicato de comentaristas futboleros argentinos, rompo una lanza por Marcelo, de quien me conmueven sus aciertos pero también sus errores, porque se parecen a los míos. En estos días me estuve cruzando emails con amigos y enemigos, poniéndolos contra las cuerdas de sus argumentos y mostrándoles que su crueldad supuestamente inteligente es poco más que hacer leña del árbol caído. Copio abajo algunos de estos emails, de los que borré los nombres porque son privados, igual que las respuestas. Disculpen la falta de mayúsculas, pero así, en shorts y ojotas, escribo en la privacidad de mi hogar.
Correo número uno, del 27 de junio:
[nombre de amigo-adversario omitido]
yo no quiero que salga campeón españa. quiero que salga campeón argentina, sin ninguna duda. (y ya te estás burlando del cosmopolitismo, viejísima y burdísima treta del nacionalismo más choto. lo tomo como una chicana inofensiva.) a continuación, algunas de mis quejas:
1. tus argumentos incluyen muy a menudo citas de otras personas, citas que demasiado a menudo son vagas y off the record. para atacar a españa decís que "se pensaba" no sé qué antes del mundial. [después] decís que [un blog] hace no sé qué cosa. esa es una manera de argumentar de político pedorro, como nuestro más reciente ex presidente ("hay gente que anda diciendo por ahí que...", "algunos creen que nosotros...", etc.), o de periodista argentino berreta.
2. seguido de lo anterior: mucho "straw man". supongo que sabés lo que es. para los que no saben, armar un "straw man" es pelearse con la versión más ridícula y abstracta de tus adversarios, para así quedar como un duque ante la evidente pelotudez de los que no opinan como vos. en argentina se hace todo el tiempo, por kirchneristas y antikirchneristas, pero se hace más ahora que hace diez años. entonces, cuando decís, a maradona "se lo descalificaba", seguro que tenés en tu cabeza la imagen de gente medio idiota. entonces al final terminamos igual: yo discuto con [nombre de amigo-adversario], [nombre de amigo-adversario] me discute a mí como si yo fuera (imagino) el toti pasman.
3. [frase omitida para mantener la privacidad del aludido] aceptá que diego cambió. si yo critico a maradona porque durante un año, sin razones aparentes, no convoca a higuaín y a samuel, y después los llama de un día para el otro y los pone de titulares inamovibles, ¿cómo voy a seguir criticándolo por eso? ¿eso es ser un panqueque? insólito. si diego se enamora de un 4-4-2 aguerrido, con ocho tipos detrás de la pelota y cuatro centrales en el fondo y yo digo (como dijo varsky) que a mí no me gusta, y después diego cuando llega el mundial se enamora de tévez (esa fue la explicación oficial) y cambia el equipo y arma uno mucho más sensato. ¿cómo voy a seguir criticando algo que me parece mucho más sensato? ¿eso es ser un panqueque? si me parecía una boludez la kirchnerización-populistización de maradona al final de las eliminatorias (nosotros contra ellos, mística "del grupo" contra los de afuera), ¿cómo no voy a estar mucho más satisfecho ahora que diego es todo paz, amor y besos y abrazos? si me parecía que diego antes hacía cambios malísimos (contra perú: primero dejar sin marca a vargas, el único jugador decente de ellos, y después sacar a higuaín para meter a demichelis de cuatro) y ahora no hace cambios defensivos y además la emboca casi siempre, ¿cómo voy a... (you get my point)? ni yo ni varksy ni arcucci ni la mayoría de los que criticaban cosas de maradona tenían puesta la camiseta de "anti-maradona" o pedían que lo echaran. pero, como vos sí tenés puesta la camiseta de "pro-maradona", creés que todo el mundo tiene puesta una camiseta.
4. esto te lo vuelvo a decir, y otra vez no me vas a creer: en argentina se critica y se elogia a los técnicos de la selección con mucha más idea de fútbol y mucha más templanza que en cualquier otro país de américa latina o españa y, creo, pero no estoy seguro, brasil. en otros países se endiosa a la selección y a su técnico después de dos triunfos y se los destruye y se pide su cabeza después de dos derrotas. en argentina no ha sido nunca así, ni siquiera con bilardo en 1985 o maradona ahora. "marca" en madrid es muchísima más veleta, dañino e histérico que "olé" en buenos aires. así hay mil ejemplos. en todo caso, el entrenador de la selección, como el ministro de economía, tiene que tener la piel lo bastante gruesa como para bancarse las críticas de gente que cree que sabe de lo que está hablando pero no tiene ni puta idea. hay que bancársela un poco más, viejo, y llorar menos. y cuando llores, no seas cagón y citá con nombre y apellido. acusar de gorila o de racista (creo que eso es lo que querías decir con "diversos motivos") con vaguedad y sin nombres es chotísimo.
5. casi me olvido. creo que hace no mucho tiempo citaste a keynes (cito de memoria): "when facts change, my opinions change. what do you do, sir?" los facts alrededor de maradona cambiaron; mis opiniones cambiaron. what did you do? i hope that doesn't make me a pancake.
6. [nombre de otro amigo-maradonista]: obsesionate menos con las opiniones de los demás. eso te envenena, y creo que estás envenenado.
saludos a todos! feliz cumpleaños atrasados para los de junio y adelantado para [nombre de cumpleañero], que es mañana o pasado pero igual me va a putear por escribir párrafos largos.
[sobrenombre de otro]: leí tu mail el viernes pero al teléfono no me llegó nada. una cagada.
abrazos!
buena suerte al [otro sobrenombre], sori por la parrafada,
vamos vamos argentina!
h. (con la camiseta puesta)
Correo número dos, y último por ahora, del 29 de junio. Este sí es claramente sobre Bielsa. No recodaba que el anterior fuera tan distinto:
[nombre de amigo], no tenés que decir cosas como esta para ganar una discusión: "si hacés algo demasiado distinto al resto es que te creés mucho más que los demás. se llama soberbia". sobre todo viniendo de vos, que nunca fuiste de seguir demasiado el rebaño y que hiciste una carrera alrededor de la idea de ser un contrera. la frase es jodida además por lo conservadora que es, su desprecio implícito por la originalidad, la innovación, la frescura, la individualidad. cito una que sepamos todos: "morir en la pavada", de mamerto menapace. te pusiste del lado de los pavos. [nota: admito que la cita folk-católica es un poco rara, y ni siquiera sé si estoy del todo de acuerdo.]
de todas maneras, permitime anotarme un poroto acerca de chile. dijiste que jugaba siempre igual, te probé que jugó siempre distinto, dijiste "no importa". bueh, sí importa: chile no jugó contra brasil como había jugado contra españa o suiza. los comentarios de mis amigos chilenos dicen, más o menos, "por qué abandonar el último día un sistema que funcionó bien dos años". para ellos, chile contra brasil se quedó a mitad de camino.
a los demás, dejen de mal-citar a bielsa, que nunca diría que lo suyo es "futbol-ciencia" o que, como [nombre de amigo] le atribuye (admittedly, con un "creo"), que el fútbol no tiene "mucho de circunstancias que están fuera del control de uno". bielsa todo el tiempo dice que el futbol es imprevisible y que su sistema trata de reducir sólo un poco esa imprevisibilidad.
de todas maneras, qué triste ver a tantos supuestos defensores del buen fútbol usando argumentos tan cínicos y tan real-politik para pegarle a bielsa, que agarró a un equipo que había salido último en la eliminatoria anterior (último: atrás de las murgas peruana y boliviana) y lo llevó a la segunda ronda de un mundial en el que le tocó el cruce más difícil posible en octavos. (y que hace dos años no dio un baile que, si no nos hubiéramos comido otro baile similar en la final de la copa américa un año antes, uno podría decir que fue histórico.)
en fin. quiero decir que admiro a bielsa, que en general me gustan sus equipos pero también creo que su sistema se adapta mejor a equipos que juegan todos los fines de semana, en temporadas largas, que a torneos donde tan seguido uno debe jugarse la vida a todo o nada. pero me conmueve su individualidad, su pasión un poco irresponsable por el futbol de ataque. por eso, entre bielsa y los sofistas, para mí no hay ninguna duda.
abrazos!
viva mini-soft-bielsa (martino) y viva españa! que xavi e iniesta me den argumentos para mi próximo email contra [el mismo de siempre]!
h.
Siempre me arrepiento un poco de estos mails apasionados y que usan un lenguaje un poco fuerte con amigos que conocimos hace mil años. Pero me molesta (y me preocupa un poco de cara al partido con Alemania) la sensación entre alguos maradonistas de que Maradona ha encontrado la pócima para jugar Mundiales y que Bielsa, porque en muchas cosas es distinto de Maradona, ahora es un desastre absoluto, del que vale la pena burlarse incluso de sus actitudes personales o de cómo ve los partidos o de cómo habla en las conferencias de prensa. Pero no quiero quejarme demasiado: la derrota es triste, impiadosa y solitaria, y es un poco inevitable, lamentablemente, que así sea.
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